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CC Ādi-līlā 5.22

Texto

cintāmaṇi-prakara-sadmasu kalpa-vṛkṣa-
lakṣāvṛteṣu surabhīr abhipālayantam
lakṣmī-sahasra-śata-sambhrama-sevyamānaṁ
govindam ādi-puruṣaṁ tam ahaṁ bhajāmi

Palabra por palabra

cintāmaṇi—piedra de toque; prakara—grupos hechos de; sadmasu—en moradas; kalpa-vṛkṣa—de árboles de deseos; lakṣa—por millones; āvṛteṣu—rodeadas; surabhīḥ—vacas surabhī; abhipālayantam—cuidando; lakṣmī—por diosas de la fortuna; sahasra—de miles; śata—por cientos; sambhrama—con gran respeto; sevyamānam—siendo servido; govindam—Govinda; ādi-puruṣam—la persona original; tam—a Él; aham—yo; bhajāmi—adoro.

Traducción

«Yo adoro a Govinda, el Señor primigenio, el primer progenitor, que está cuidando vacas, cumpliendo todos los deseos, en moradas construidas con gemas espirituales y rodeadas de millones de árboles de deseos. Es constantemente servido con gran reverencia y afecto por cientos y miles de diosas de la fortuna.»

Significado

Éste es un verso de la Brahma-saṁhitā (5.29). Esta descripción de la morada de Kṛṣṇa nos da una información precisa sobre el lugar trascendental, en el que no sólo la vida es eterna, bienaventurada y plena de conocimiento, sino donde también hay gran cantidad de hortalizas, leche, gemas y hermosas casas y jardines cuidados por encantadoras doncellas, todas ellas diosas de la fortuna. Kṛṣṇaloka es el planeta más elevado del cielo espiritual, y por debajo de él hay innumerables esferas, cuya descripción podemos encontrar en el Śrīmad-Bhāgavatam. Al comienzo de su comprensión espiritual, a Brahmā se le concedió una visión trascendental de las esferas de Vaikuṇṭha, por la gracia de Nārāyaṇa. Más tarde, por la gracia de Kṛṣṇa, obtuvo una visión trascendental de Kṛṣṇaloka. Esta visión trascendental es como la recepción de la televisión desde la Luna por medio de un sistema mecánico para recibir ondas modulares, pero se logra mediante la penitencia y la meditación interior.

El Śrīmad-Bhāgavatam (Canto Segundo) afirma que, en Vaikuṇṭhaloka, las modalidades materiales de la naturaleza, que se representan por las cualidades de bondad, pasión e ignorancia, no tienen influencia alguna. En el mundo material, la manifestación cualitativa más elevada es la bondad, que se caracteriza por la veracidad, equilibrio mental, limpieza, control de los sentidos, sencillez, conocimiento esencial, fe en Dios, conocimiento científico, etc. Sin embargo, todas estas cualidades se mezclan con la pasión y la imperfección. Pero las cualidades en Vaikuṇṭha son una manifestación de la potencia interna de Dios y, por esto, son puramente espirituales y trascendentales, sin vestigio de infección material. Ningún planeta material, ni siquiera Satyaloka, puede compararse, en calidad, con los planetas espirituales, en los que están completamente ausentes las cinco cualidades inherentes al mundo material, a saber, ignorancia, miseria, egoísmo, ira y envidia.

En el mundo material, todo es una creación. Todo aquello en lo que podemos pensar en el ámbito de nuestra experiencia, incluso nuestros propios cuerpos y mentes, ha sido creado. Este proceso de creación comenzó con la vida de Brahmā, y el principio creativo prevalece sobre todo el universo material a causa de la cualidad de la pasión. Pero como en los planetas Vaikuṇṭhas la cualidad de la pasión brilla por su ausencia, allí nada ha sido creado, porque todo existe eternamente. Y puesto que no existe la modalidad de la ignorancia, tampoco existe aniquilación ni destrucción. En el mundo material se puede intentar que todo sea permanente cultivando las mencionadas cualidades de la bondad, pero como en este mundo material la bondad está mezclada con la pasión y la ignorancia, en él no existe nada permanentemente, a pesar de todos los planes de los mejores cerebros científicos. Por tanto, en el mundo material no tenemos experiencia de la eternidad, de la bienaventuranza ni de la plenitud del conocimiento. Pero en el mundo espiritual, a causa de la ausencia completa de las modalidades cualitativas, todo es eterno, bienaventurado y cognoscitivo. Todo puede hablar, todo puede moverse, todo puede oír y todo puede ver, en una existencia plena de dicha por toda la eternidad. Siendo así, es natural que el espacio y el tiempo, en las formas de pasado, presente y futuro, no tengan allí ninguna influencia. En el cielo espiritual no hay cambio alguno, porque el tiempo no influye. En consecuencia, la influencia de māyā, la energía externa total, que nos lleva a ser cada vez más y más materialistas y a olvidar nuestra relación con Dios, también está ausente allí.

Como chispas espirituales de los rayos que emanan del cuerpo trascendental del Señor, estamos relacionados con Él permanentemente, y somos iguales a Él en calidad. La energía material es una cobertura de la chispa espiritual, pero en ausencia de esta cobertura material, los seres vivientes de Vaikuṇṭhaloka nunca olvidan su identidad; conocen eternamente su relación con Dios en su situación original ofreciendo al Señor servicio trascendental con amor. Como están constantemente ocupados en este servicio, es lógico llegar a la conclusión de que sus sentidos son también trascendentales, porque no se puede servir al Señor con los sentidos materiales. Los habitantes de Vaikuṇṭhaloka no tienen sentidos materiales con los que dominar la naturaleza material.

La gente que tiene una base débil de conocimiento concluye que un lugar sin cualidades materiales debe ser una especie de vacío sin forma. Sin embargo, en realidad, hay cualidades en el mundo espiritual, pero son diferentes de las materiales, porque allí todo es eterno, ilimitado y puro. Allí, la atmósfera tiene luminosidad propia y, por esto, no es necesario un sol, ni una luna, ni el fuego, ni la electricidad, etc. El que puede alcanzar esa morada, no vuelve al mundo material con un cuerpo material. En los planetas Vaikuṇṭhas no hay diferencia entre ateos y creyentes, porque todo el que se queda allí está libre de las cualidades materiales, y así, los suras y asuras llegan por igual a ser servidores obedientes y afectuosos del Señor.

Los habitantes de Vaikuṇṭha tienen una tez negra brillante mucho más fascinante y atractiva que las apagadas caras blancas y negras que se encuentran en el mundo material. Sus cuerpos, al ser espirituales, no tienen equivalente en el mundo material. La belleza de una nube brillante apenas se altera cuando caen relámpagos sobre ella. En general, los habitantes de Vaikuṇṭha visten telas amarillas. Sus cuerpos están formados de manera atractiva y delicada, y sus ojos son como pétalos de flores de loto. Los habitantes de Vaikuṇṭha, al igual que el Señor Viṣṇu, tienen cuatro brazos, adornados con una concha, un disco, una maza y una flor de loto. Tienen el torso ancho y hermoso, adornado de collares de un metal parecido a los brillantes engarzado de gemas preciosas que no se encuentran en el mundo material. Los habitantes de Vaikuṇṭha son siempre poderosos y refulgentes. Algunos tienen la tez del color del coral rojo, del ojo de gato o de la flor de loto, y todos llevan pendientes con piedras preciosas. Llevan en la cabeza coronas de flores que parecen guirnaldas.

En los Vaikuṇṭhas hay aviones, pero no hacen ruidos tumultuosos. Los aviones materiales no son nada seguros; pueden caer y estrellarse en cualquier momento, porque la materia es imperfecta en todos los aspectos. En el cielo espiritual, sin embargo, los aviones también son espirituales, y son espiritualmente brillantes y luminosos. En esos aviones no vuelan ejecutivos de negocios, políticos ni comisiones de planificación, ni tampoco transportan carga ni bolsas de correos, porque esto allí es desconocido. Esos aviones sirven sólo para viajes de placer, y los habitantes de Vaikuṇṭha vuelan en ellos con sus consortes, que son de una belleza celestial y parecen hadas. Por tanto, esos aviones que llevan a los residentes de Vaikuṇṭha, tanto a hombres como a mujeres, aumentan la belleza del cielo espiritual. Nosotros no podemos imaginar su hermosura, que puede compararse a las nubes del cielo rodeadas por las ramas de plata de los relámpagos eléctricos. El cielo espiritual de Vaikuṇṭhaloka está siempre adornado de este modo.

La opulencia plena de la potencia interna de Dios resplandece siempre en Vaikuṇṭhaloka, donde las diosas de la fortuna tienen un fervor siempre creciente por servir a los pies de loto de la Personalidad de Dios. Estas diosas de la fortuna, acompañadas por sus amigas, crean siempre una atmósfera festiva de alegría trascendental. Cantando siempre las glorias del Señor, no están en silencio ni por un momento.

Hay un número ilimitado de planetas Vaikuṇṭhas en el cielo espiritual, y su proporción en relación a los planetas materiales del cielo material es de tres a uno. De manera que el pobre materialista se ocupa en hacer ajustes políticos en un planeta que es sumamente insignificante en la creación de Dios. El universo entero, con sus innumerables planetas por todas las galaxias, puede compararse a un grano de mostaza en un saco lleno de granos de mostaza; ¡qué podemos decir, pues, de este planeta Tierra! Pero el pobre materialista hace planes para vivir aquí cómodamente, y así pierde su valiosa energía humana en algo que está condenado a la frustración. En lugar de perder su tiempo en especulaciones de negocios, podría buscar una forma de vivir sencilla con un elevado pensamiento espiritual, y así salvarse del perpetuo desasosiego materialista.

Incluso si un materialista desea gozar de las comodidades materiales avanzadas, puede trasladarse a ciertos planetas en los que puede experimentar placeres materiales mucho más avanzados de los que se encuentran en la Tierra. El mejor plan es prepararse para volver al cielo espiritual después de dejar el cuerpo. Sin embargo, si se quiere disfrutar de la comodidad material, es posible trasladarse a otros planetas del cielo material, empleando los poderes del yoga. Las naves espaciales de juguete de los astronautas no son más que entretenimientos pueriles, y son inútiles para este fin. El sistema de aṣṭāṅga-yoga es un arte materialista para controlar el aire, transfiriéndolo del estómago al ombligo, del ombligo al corazón, del corazón a la clavícula, de allí a las órbitas de los ojos, de allí al cerebelo y del cerebelo a cualquier planeta que se desee. Los científicos materialistas estudian la velocidad del viento y de la luz, pero no conocen la velocidad de la mente ni de la inteligencia. Tenemos alguna limitada experiencia de la velocidad de la mente, porque en un momento podemos transferir la nuestra a lugares situados a muchos miles de kilómetros de distancia. La inteligencia es aún más sutil. Y más sutil que la inteligencia es el alma, que no es materia, como la mente y la inteligencia, sino que es espíritu o antimateria. El alma es cientos de miles de veces más sutil y más poderosa que la inteligencia. Así pues, tratemos de imaginar la velocidad del alma en su viaje de un planeta a otro. No es necesario decir que el alma viaja por su propia fuerza, sin la ayuda de ninguna clase de vehículo material.

La civilización bestial del comer, dormir, temer y complacer los sentidos ha desviado al hombre moderno hasta hacerle olvidar lo poderosa que es el alma que tiene. Como ya hemos dicho, el alma es una chispa espiritual muchas, muchas veces más luminosa, deslumbradora y poderosa que el Sol, la Luna o la electricidad. La vida humana se echa a perder cuando el hombre no comprende su verdadera identidad con su alma. Śrī Caitanya advino con Śrī Nityānanda para salvar al hombre de esta forma de civilización engañosa.

El Śrīmad-Bhāgavatam también describe que los yogīs pueden viajar a todos los planetas del universo. Cuando la fuerza vital se lleva al cerebelo, existen muchas posibilidades de que esta fuerza salga repentinamente por los ojos, nariz, oídos, etc., puesto que estos órganos forman parte de la séptima órbita de la fuerza vital. Pero los yogīs pueden bloquear estas salidas mediante la suspensión completa del aire. Entonces, el yogī concentra la fuerza vital en la posición del centro, es decir, entre las cejas. En esta posición, el yogī puede pensar en el planeta al que quiere ir cuando deje el cuerpo. Puede decidir entonces si quiere ir a la morada de Kṛṣṇa, en los Vaikuṇṭhas trascendentales, desde los cuales no será necesario que descienda al mundo material, o si quiere viajar a planetas más elevados dentro del universo material. El yogī perfecto está en libertad de hacer lo uno o lo otro.

Para el yogī perfecto que ha logrado el éxito en el método de abandonar su cuerpo con una conciencia perfecta, transferirse de un planeta a otro es tan fácil como lo es para el hombre ordinario ir caminando a la tienda de comestibles. Como ya se ha dicho, el cuerpo material es tan sólo una cobertura del alma espiritual. La mente y la inteligencia la recubren internamente, y el cuerpo denso de tierra, agua, aire, etc., es el ropaje externo del alma. Como tal, toda alma avanzada que ha comprendido, por el sistema del yoga, su naturaleza espiritual, y que conoce la relación entre materia y espíritu, puede abandonar el vestido denso del alma en perfecto orden y como quiera. Por la gracia de Dios, tenemos completa libertad. Porque el Señor es bondadoso con nosotros, podemos vivir en cualquier lugar, bien en el cielo espiritual o en el material, y en el planeta que queramos. Sin embargo, el uso incorrecto de esta libertad es la causa de que se caiga al mundo material y se sufran los tres tipos de miserias de la vida condicionada. El hecho de vivir una vida miserable en el mundo material por la elección del alma está bellamente ilustrado en el «Paraíso Perdido» de Milton. De la misma manera, por elección, el alma puede recuperar el paraíso y regresar al hogar, regresar con Dios.

En el momento crítico de la muerte, se puede situar la fuerza vital entre las cejas y decidir dónde se quiere ir. Si se es reacio a mantener cualquier conexión con el mundo material, se puede, en menos de un segundo, alcanzar la morada trascendental de Vaikuṇṭha, y aparecer allí en el cuerpo espiritual, que será el apropiado para la esfera espiritual. Basta con desear dejar el mundo material tanto en la forma sutil como en la física, y situar la fuerza vital en la parte más elevada del cráneo, abandonando el cuerpo a través de la abertura llamada brahma-randhra. Esto es fácil para quien ha alcanzado la perfección en la práctica del yoga.

Por supuesto, el hombre está dotado de libre albedrío, de manera que, si no desea liberarse del mundo material, puede disfrutar de la vida de brahma-pada (ocupar el puesto de Brahmā) y visitar Siddhaloka, los planetas de los seres materialmente perfectos, que tienen la capacidad de controlar plenamente la gravedad, el espacio y el tiempo. Para visitar esos elevados planetas del universo material, no es necesario abandonar la mente ni la inteligencia (materia más sutil), pero sí se debe dejar la materia más densa, el cuerpo material.

Todos y cada uno de los planetas tienen su atmósfera particular, y si se quiere ir a cualquier planeta en particular del universo material, hay que adaptar el cuerpo material a las condiciones climáticas de ese planeta. Por ejemplo, si alguien quiere ir de la India a Europa, donde la condición climática es diferente, tiene que cambiar su ropa de manera apropiada. Igualmente, es necesario un cambio completo de cuerpo si se quiere ir a los planetas trascendentales de Vaikuṇṭha. Sin embargo, si se quiere ir a los planetas materiales más elevados, se puede conservar el vestido sutil constituido por la mente, la inteligencia y el ego, pero hay que dejar el vestido denso (el cuerpo) hecho de tierra, agua, fuego, etc.

Cuando se va a un planeta trascendental, es necesario cambiar los dos cuerpos, el sutil y el denso, porque hay que alcanzar el cielo espiritual en una forma totalmente espiritual. Este cambio de vestidura tiene lugar de un modo natural en el momento de la muerte, si así se desea.

La Bhagavad-gītā confirma que se alcanzará el siguiente cuerpo material de acuerdo a los propios deseos en el momento de abandonar el cuerpo. El deseo de la mente lleva al alma a una atmósfera apropiada, tal como el viento transporta aromas de un lugar a otro. Por desgracia, los que no son yogīs, sino materialistas ordinarios, que durante su vida se entregaron a la complacencia de los sentidos, en el momento de la muerte están desconcertados por el deterioro de su condición mental y corporal. Estos sensualistas ordinarios, abrumados por las principales ideas, deseos y compañías de la vida que han llevado, desean algo en contra de su propio interés, y de este modo insensato, toman nuevos cuerpos que perpetuarán sus miserias materiales.

Por tanto, el entrenamiento sistemático de la mente y de la inteligencia es necesario para que, en el momento de la muerte, se pueda desear conscientemente un cuerpo apropiado, ya sea en este planeta o en otro igualmente material, o incluso en uno trascendental. Una civilización que no tiene en cuenta el avance progresivo del alma inmortal fomenta meramente una vida bestial de ignorancia.

Es insensato creer que todas las almas de los que mueren van al mismo lugar. O bien el alma va al lugar que desea en el momento de la muerte, o bien, al dejar el cuerpo, es forzada a aceptar una situación que corresponda a las acciones que ha llevado a cabo en su vida. La diferencia entre el materialista y el yogī consiste en que el primero no puede elegir su próximo cuerpo, mientras que el yogī puede alcanzar conscientemente un cuerpo apropiado para vivir en los planetas superiores. A lo largo de su vida, el materialista ordinario, que busca constantemente la complacencia de los sentidos, pasa el día entero ganándose la vida para mantener a su familia, y por la noche pierde sus energías en diversiones sexuales, o bien se duerme pensando en todo lo que ha hecho durante el día. Esa es la vida monótona del materialista. Aunque hayan alcanzado diferentes grados como hombres de negocios, abogados, políticos, profesores, jueces, culíes, rateros, jornaleros y demás, los materialistas se ocupan sencillamente de comer, dormir, temer y complacer sus sentidos, malogrando así sus valiosas vidas en busca del placer, y descuidando la perfección de sus vidas a través de la comprensión espiritual.

Los yogīs, en cambio, tratan de perfeccionar su vida, por lo que la Bhagavad-gītā ordena que todos sean yogīs. El yoga es el sistema para vincular el alma al servicio del Señor. Sólo bajo una guía superior se puede practicar este yoga en la propia vida, sin cambiar la posición social. Como ya se ha dicho, un yogī puede ir donde quiera sin servirse de medios mecánicos, porque el yogī puede situar la mente y la inteligencia en el aire que circula dentro del cuerpo, y con la práctica del arte de controlar la respiración, puede unir este aire al que sopla por todo el universo, fuera de su cuerpo. Sirviéndose de este aire universal, el yogī puede trasladarse a cualquier planeta y obtener el cuerpo apropiado a la atmósfera de ese planeta. Podemos comprender este proceso si lo comparamos a la transmisión electrónica de mensajes de radio. Con transmisores de radio, las ondas del sonido que se producen en determinada estación pueden ir por toda la Tierra en cuestión de segundos. Pero el sonido se produce en el cielo etéreo y, como ya se ha dicho, más sutil que el cielo etéreo es la mente, y más sutil que la mente es la inteligencia. El espíritu es aún más sutil que la inteligencia y, por su naturaleza, es completamente diferente de la materia. De manera que imaginemos lo rápidamente que el alma espiritual puede trasladarse a través de la atmósfera universal.

Para llegar a la fase de manipular los elementos más sutiles, como la mente, la inteligencia y el espíritu, hace falta un adiestramiento apropiado, un modo de vida apropiado, y compañías apropiadas. Este adiestramiento depende de oraciones sinceras, del servicio devocional, de la consecución del éxito en la perfección mística, y de la fusión con éxito de sí mismo en las actividades del alma y la Superalma. Un materialista ordinario, ya sea un filósofo empírico, un científico, un sicólogo o cualquier otra cosa, no puede alcanzar este logro con torpes esfuerzos ni malabarismos de palabra.

Los materialistas que hacen yajñas, grandes sacrificios, son relativamente mejores que los materialistas ordinarios que no conocen nada más allá de los laboratorios y los tubos de ensayo. Los materialistas avanzados que ejecutan esos sacrificios pueden alcanzar el planeta llamado Vaiśvānara, que es llameante y parecido al Sol. Sobre ese planeta, que está situado en el camino hacia Brahmaloka, el planeta más elevado del universo, el materialista avanzado puede quedar libre de toda huella de vicio y de sus efectos. Cuando dicho materialista se purifica, puede elevarse a la órbita de la estrella polar (Dhruvaloka). En esa órbita, llamada el cakra Śiśumāra, están situados los Āditya-lokas y el planeta Vaikuṇṭha de este universo.

Un materialista purificado que ha llevado a cabo muchos sacrificios, atravesando severas penitencias, y ha dado la mayor parte de su riqueza como caridad, puede alcanzar planetas como Dhruvaloka, y si allí alcanza mayor capacitación, puede penetrar en órbitas aún más elevadas, y pasar por el ombligo del universo para llegar al planeta Maharloka, en el que viven sabios como Bhṛgu Muni. En Maharloka se puede vivir hasta el momento de la aniquilación parcial del universo. Esa aniquilación comienza cuando Anantadeva, desde el extremo inferior del universo, provoca un gran incendio. El calor de este incendio llega incluso a Maharloka, cuyos habitantes se marchan entonces a Brahmaloka, que tiene el doble de duración que el tiempo parārdha.

En Brahmaloka hay un número ilimitado de aviones que funcionan, no mediante yantras (máquinas), sino por mantras (acciones síquicas). Puesto que en Brahmaloka existen mente e inteligencia, los habitantes de ese planeta tienen sentimientos de felicidad y de aflicción, pero no hay causa de lamentación debido a la vejez, la muerte, el temor o la desdicha. Se compadecen, sin embargo, de los seres vivientes que sufren al consumirse en el fuego de la aniquilación. Los habitantes de Brahmaloka no tienen cuerpo material denso que cambiar en el momento de la muerte, sino que transforman su cuerpo sutil en espiritual y, de este modo, entran en el cielo espiritual. Los habitantes de Brahmaloka pueden alcanzar la perfección de tres maneras diferentes. Las personas virtuosas que llegan a Brahmaloka a causa de sus actividades piadosas controlan varios planetas después de la resurrección de Brahmā, los que han adorado a Garbhodakaśāyī Viṣṇu son liberados junto con Brahmā, y los que son devotos puros de la Personalidad de Dios pasan inmediatamente a través de la cubierta del universo y entran en el cielo espiritual.

Los innumerables universos están agrupados en racimos, como espuma, de manera que solamente algunos de ellos están rodeados por el agua del océano Causal. La naturaleza material, cuando es agitada por la mirada de Kāraṇodakaśāyī Viṣṇu, produce todos los elementos, que son ocho en total, y que evolucionan gradualmente de muy sutiles a densos. Una parte del ego es el cielo, una parte del cual es aire, una parte del cual es fuego, una parte del cual es agua, una parte de la cual es tierra. Así pues, un universo se expande en un área de 6.500.000.000 kilómetros de diámetro. El yogī que desea la liberación gradual, debe atravesar todas las diversas cubiertas del universo, incluyendo las cubiertas sutiles de las tres modalidades de la naturaleza material. Quien hace esto no tiene que volver jamás a este mundo material.

Según Śukadeva Gosvāmī, la anterior descripción de los cielos espiritual y material no es ni imaginaria ni utópica. Los hechos reales figuran en los himnos védicos, y Śrī Vāsudeva los reveló a Brahmā cuando Brahmā Le satisfizo. Sólo se puede lograr la perfección de la vida cuando se tiene una idea clara de Vaikuṇṭha y del Dios Supremo. Hay que pensar siempre en la Suprema Personalidad de Dios y describirla, porque esto se recomienda tanto en la Bhāgavad-gītā como en el Bhāgavata-Pāṇana, que son dos comentarios autorizados sobre los Vedas. Śrī Caitanya ha hecho más fáciles estos temas para que los acepte la gente caída de esta era, y por tanto, el Śrī Caitanya-caritāmṛta los presenta para la fácil comprensión de todos.