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Śrīmad-bhāgavatam 1.12.6

Texto

kiṁ te kāmāḥ sura-spārhā
mukunda-manaso dvijāḥ
adhijahrur mudaṁ rājñaḥ
kṣudhitasya yathetare

Palabra por palabra

kim — para qué; te — todos esos; kāmāḥ — objetos de disfrute de los sentidos; sura — de los ciudadanos del cielo; spārhāḥ — aspiraciones; mukunda-manasaḥ — de aquel que ya está consciente de Dios; dvijāḥ — ¡oh, brāhmaṇas!; adhijahruḥ — podía satisfacer; mudam — placer; rājñaḥ — del rey; kṣudhitasya — del hambriento; yathā — tal como es; itare — en otras cosas.

Traducción

¡Oh, brāhmaṇas!, la opulencia del rey era tan encantadora, que los ciudadanos del cielo la ambicionaban. Pero como él estaba absorto en el servicio del Señor, nada fuera de ese servicio podía satisfacerlo.

Significado

Hay dos cosas en el mundo que pueden satisfacer a los seres vivientes. Cuando uno está enfrascado en lo material, se satisface únicamente mediante la complacencia de los sentidos, pero cuando uno está liberado de las condiciones de las modalidades materiales, se satisface únicamente mediante la ejecución de un amoroso servicio en aras de la satisfacción del Señor. Esto significa que el ser viviente es por constitución un servidor y no alguien que es servido. Ilusionado por las condiciones de la energía externa, uno cree falsamente ser el servido, pero en realidad no lo es; es el sirviente de los sentidos y de cosas tales como la lujuria, el deseo, la ira, la avaricia, el orgullo, la locura y la intolerancia. Cuando uno se halla en su sano juicio en virtud del logro del conocimiento espiritual, se da cuenta de que no es el amo del mundo material, sino solo un sirviente de los sentidos. En ese momento, uno implora estar al servicio del Señor, y así se vuelve feliz sin que lo engañe la supuesta felicidad material. Mahārāja Yudhiṣṭhira era una de las almas liberadas y, por consiguiente, para él no había placer en un vasto reino, una buena esposa, unos hermanos obedientes, unos súbditos felices y un mundo próspero. Estas bendiciones se le presentan automáticamente a un devoto puro, aun a pesar de que el devoto no las desee. El ejemplo que se da aquí es muy adecuado. Se dice que a alguien que tiene hambre, jamás lo satisface nada que no sea comida.

El mundo material por entero está lleno de seres vivientes hambrientos. No es hambre de buena comida, refugio o satisfacción de los sentidos. Es hambre de una atmósfera espiritual. Solo por la ignorancia, ellos creen que el mundo está insatisfecho porque no hay suficiente comida, refugio, defensa y objetos para complacer los sentidos. Eso se denomina ilusión. Cuando el ser viviente está hambriento de satisfacción espiritual, se le hace creer que lo que tiene es hambre material. Pero los necios líderes no pueden entender que, hasta la gente que en lo material está satisfecha de la manera más suntuosa, sigue hambrienta. ¿Y de qué es su hambre y pobreza? Es, en realidad, hambre de comida espiritual, de refugio espiritual, de defensa espiritual y de complacencia espiritual de los sentidos. Todo esto puede obtenerse en la compañía del Espíritu Supremo, el Señor Śrī Kṛṣṇa, y, por lo tanto, a aquel que lo obtiene no lo puede atraer la supuesta comida, refugio, defensa y complacencia sensual del mundo material, sin siquiera si estos son el deleite de los habitantes de los planetas celestiales. Por consiguiente, en el Bhagavad-gītā (8.16) el Señor dice que uno no puede satisfacer su hambre ni siquiera en el planeta más elevado del universo, es decir, Brahmaloka, en el que la duración de la vida se multiplica por millones de años según los cálculos terrestres. Esa hambre solo puede ser satisfecha cuando el ser viviente se sitúa en la inmortalidad, la cual se logra en el cielo espiritual —muy por encima de Brahmaloka— en compañía del Señor Mukunda, el Señor que le otorga a Sus devotos el trascendental placer de la liberación.